Consulta aquí la entrevista con Óscar Bernàcer, director de «Stanbrook» 

Existe una parte de la sociedad española, fundamentalmente aquellos que reniegan de la memoria histórica, que afirma que el cine sobre nuestra Guerra Civil es ya un tema desgastado y agotado, que es un asunto superado que ya no interesa a nadie.  Posiblemente, muchas de las personas que piensan de esta manera a las que aún les queda algo de curiosidad intelectual, tanta como para ir al cine, se enteraron hace no mucho tiempo, gracias a la excelente película de Alejandro Amenábar, de lo que significaba la frase “Mientras dure la guerra” y del incidente sucedido en la universidad de Salamanca protagonizado por don Miguel de Unamuno. De igual forma, muchos, a través del “extraño” título de este cortometraje, van a conocer el episodio ocurrido en el puerto de Alicante en los días finales de la Guerra Civil española y la figura del capitán del barco mercante “Stanbrook”, Archibald Dickson, y su arrojo y valor para salvar de la implacable represión franquista a tres millares  de refugiados republicanos, entre los que había combatientes derrotados, políticos, ancianos, mujeres y niños, que esperaban ser embarcados, como última esperanza, para huir de la pesadilla de la guerra hacia un destino seguro. De no haber sido por la heroica decisión de este capitán, que no tenía en principio otra misión que subir a bordo un cargamento de naranjas y de azafrán, habrían terminado siendo fusilados o, en el mejor de los casos, enviados a los campos de concentración de Los Almendros y Albatera. Algunos de los que no tuvieron la suerte de poder ser embarcados prefirieron suicidarse antes de ser capturados por los franquistas En unos días dramáticos, en los que una Segunda República agonizante, a la que le quedaban pocos días de vida, acosada y asediada, era abandonada por todos, incluso por las potencias democráticas europeas, el gesto humanitario de este hombre puso en evidencia la cobardía y la indiferencia de estas ante el drama provocado en España por el avance del fascismo.

Fotograma de "Stanbrook"

Fotograma de «Stanbrook»

Pero, independientemente del valor didáctico y divulgador de un episodio  de nuestra historia reciente, este cortometraje también habla de solidaridad, de humanidad, y debería servir como elemento de reflexión y como cura de humildad hacia aquellos desmemoriados que mantienen una actitud de estúpida altivez escudándose en la pertenencia a un mundo supuestamente desarrollado, olvidando  la enorme variabilidad e inestabilidad con que los acontecimientos históricos, y también los hechos que determinan las vidas humanas pueden, de repente, cambiar. Y esta probabilidad de vuelco se ha materializado y se sigue sucediendo desde que el hombre es hombre y en los cinco continentes. En cualquier tiempo y lugar. Esta idea se transmite y subraya en el film pasando de la fotografía en blanco y negro a la de color, y utilizando en gran parte del metraje una fotografía con una escasa profundidad de campo, con fondos desenfocados, para restar fisicidad al espacio.

Desde el punto de vista argumental la historia se centra, por un lado, en el dilema interno del capitán del barco, que se debate entre cumplir las órdenes recibidas o hacer caso a su corazón y a su conciencia, y por otro, en la de la situación dramática de los cercados y desesperados republicanos, representada en la figura del padre acompañado de su hija. La creíble interpretación de algunos actores secundarios ayuda a alejar cualquier atisbo de maniqueísmo, ilustrando algunas oscuras facetas del comportamiento humano cuando este se haya bajo una situación extrema.

El fundido a blanco y la inteligente utilización del sonido sirven de prólogo al giro de guión y al potentísimo plano final, impactante, que queda grabado en la retina, y que supone, o debería suponer, un aldabonazo en las conciencias de todos aquellos que desconocen la práctica de la empatía y que se esfuerzan por olvidar su historia.