Consulta aquí la entrevista con Albert Folk, director de «Els que callen»
Es triste observar en muchos medios de comunicación la constante equiparación y comparación que se hace entre posiciones que no deberían ni estar al mismo nivel, y a ello contribuye enormemente esa tercera posición que habitualmente tienen aquellos que se quedan en silencio, que no se mojan ni intervienen en ningún asunto a favor o en contra de nadie. En la práctica, el silencio acaba haciendo a la gente cómplices de los culpables, de los opresores y de los asesinos. En la práctica, Els que callen son parte más del problema que de la solución, aunque después intenten arreglarlo, quizá ya demasiado tarde. Un mensaje contundente el que transmite este cortometraje, de manera calmada y leyendo entre líneas pero con firmeza a pesar de ello.
Els que callen está basado en los hechos reales del asesinato de Rosario Endrinal en Barcelona, una mujer indigente que dormía en una sucursal bancaria cuando fue quemada por tres adolescentes en 2005. Un caso que conmocionó en su momento a la sociedad y que como tantos otros se quedó en el olvido después de un tiempo, que sirve de inicio e hilo conductor del guion, el cual sigue a uno de los jóvenes en sus encuentros con su abogada de oficio, que intenta exculparle de alguna manera y tratar de entender lo que sucedió. En ese sentido, el guion construye muy bien la historia para retratar y poner sobra la mesa la hipocresía de todas las partes y dar una enseñanza cuanto menos descorazonadora, ya que todos nos callamos en nuestra vida más cotidiana, mirando para otro lado y sin ver los problemas o, como se diría en inglés, los elefantes en la habitación: la infancia, la violencia, la equidistancia y la falta de reacción.
Por un lado, tenemos la hipocresía de los jóvenes que se ven superiores y ajenos a toda responsabilidad hasta el punto de normalizar y banalizar la violencia, que ejercen sin pudor y para ser uno más del grupo, sin ser capaces luego de afrontar sus hechos ni mirar las fotografías de sus acciones. Por otro lado, la hipocresía de la sociedad, que normaliza la violencia que los niños ejercen entre sí por presión social, para tratar de encajar, mirando para otro lado y esperando que el agredido no sea el propio hijo, como ocurre con el personaje de la abogada. Ella trata de exculpar a su cliente pero siente la impotencia de ver que el mismo ni siquiera es capaz de sentirse arrepentido del todo, mientras los demás le dicen que lo deje de lado, una vez más como con tantas cosas incómodas, como con su propio hijo una vez que encaja. Un personaje bien construido, humano e inseguro, como todos aquellos que no se atreven a dar el último paso que desafíe el problema, en una sociedad a la que un acusado de asesinato puede avergonzar con el hecho de que a nadie le importó esa indigente hasta que murió. Otra interesante reflexión sobre las personas sin techo de las que nadie quiere hablar nunca hasta que es demasiado tarde, haciendo corresponsable del asesinato y de la situación en que los indigentes se encuentran a la propia sociedad que los invisibiliza.
En definitiva, estamos ante un guion maduro, crudo y rodado con unos decorados, ambientación y fotografía sencillos, minimalistas, sin escenas explícitas por no ser necesarias, lo que ayuda a la realidad y a la dureza implícita del relato. Mención aparte merecerían las humanas interpretaciones de Albert Salazar como el joven acusado, y Clara Segura como la abogada. Actuaciones sin florituras, naturales pero que se sienten cercanas y llenas de incertidumbre y dudas sobre sus propios comportamientos, llenos de contradicciones, errores y reproches internos, tal y como es la misma naturaleza humana, tan cerca de actuar correctamente y a la vez tan lejos por el miedo a la presión social, al qué dirán o las consecuencias. Finalmente, esa humanidad imperfecta que a veces se puede ver detrás de un personaje duro e insensible, un acusado de asesinato que trata de justificarse, de escapar, llevó al actor Albert Salazar a ganar el Premio a Mejor Actor en los recientes Premios Fugaz de 2021.
Dirigida con gran acierto por Albert Folk y coescrita por este junto a Carla Gracia, Els que callen ha llamado a la puerta para avisar de la necesidad de reflexionar, de intervenir, de hablar sobre violencia, jóvenes y responsabilidades, y sobre todo para evitar la hipocresía y no volver a callarnos nunca más. Solo así podremos cambiar cosas.