Consulta aquí la entrevista con Roberto Pérez Toledo, director de «Los gritones» 

Una de las características que debe necesariamente presentar un (buen) cortometraje es poseer capacidad de síntesis, ser directo, como se dice vulgarmente, ir al grano. (En muchas ocasiones, limitación impuesta por las circunstancias de no disponer de más presupuesto ni de más tiempo para rodar). Y esta es una labor ardua porque hay que buscar la manera de lograr transmitir el máximo significado con el menor número de  planos posibles. En este aspecto, y llegando a rizar el rizo, Los gritones es uno de los más excelsos y depurados ejemplos que se pueden encontrar, ya que con dos planos panorámicos, un plano medio  y unos pocos planos-contraplanos, que dan como resultado un tiempo de metraje de poco más de un minuto, una localización, dos actores y siete frases se compone una obra intemporal, una  auténtica obra maestra, que con toda justicia ha sido incluida entre los mejores cortos del cine español. Difícilmente se puede expresar tanto con tan poco.

Cartel de "Los gritones"

Cartel de «Los gritones»

En cuanto al fondo del mismo, el plano panorámico de situación, con el que se inicia el corto, que presenta dos figuras, masculina y femenina, vistas de espaldas sobre una pasarela, especie de mirador en un ambiente  de extrarradio urbano degradado, contemplando un horizonte deprimente, desde donde se  distinguen unas vías de tren que se pierden en la distancia, proporciona una imagen llena de significados y de connotaciones en relación a la conclusión de la historia. El acto de gritar al vacío de los protagonistas, en principio como un juego inocente y gracioso, donde intercambian miradas cómplices, posee una fuerte carga simbólica (sus voces se pierden en el vacío, que es el intermediario entre ellos, no hay eco, nadie responde, nadie en la ciudad escucha) y contribuye al cambio de tono del punto de giro final. La duda, el cambio de expresión de la mirada, el tragar saliva y el último grito de la protagonista, en el que ya no vocaliza ningún mensaje, aunque no le hace falta más para lo que quiere expresar, desvela la complejidad de los sentimentos humanos que, en ocasiones, puede dar lugar a situaciones  tan duras, frías y descarnadas como las sensaciones que transmite el paisaje cutre de hormigón pintarrajeado de un suburbio.

Por Juan Carlos Rojas Riesco

Visiona el cortometraje «Los gritones»

 

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