Del asilo a la alfombra roja
Consulta aquí la entrevista con Borja Cobeaga, director de «Éramos pocos»
Corría el año 2006, y aunque parezca lejano, las cosas en esta sociedad no han cambiado tanto. Un director y guionista que pronto sería muy reconocido, Borja Cobeaga (Vaya semanita, Pagafantas, Vamos Juan…), había estrenado el año previo un cortometraje llamado Éramos pocos, una a priori entrañable historia de un padre y su hijo que van a buscar a su suegra, interpretada por una actriz como Mariví Bilbao, a quien ahora, con más humor negro y tintes de tragicomedia y costumbrismo del que parece, ponen la alfombra roja para que vuelva a vivir con ellos tras la marcha de la esposa y madre. Y en ese año, la auténtica Mariví Bilbao, la irreverente Marisa de Aquí no hay quien viva, pisaba esa alfombra roja, en Los Ángeles, junto al equipo de Éramos pocos, esperando llevarse un Oscar que por desgracia aún se le resiste al cortometraje español. A pesar de ello, ver a Marisa con la ilusión de una niña valió la pena.
El caso es que se pudo rozar con los dedos, porque si hay algo fuerte en este cortometraje es su guion, escrito por Cobeaga y Sergio Barrejón, en el que es imposible no empatizar con el costumbrismo y la realidad de sus protagonistas, la que hemos podido vivir casi la totalidad de familias españoles. La de un padre y un hijo que, pese a mostrarse machistas, egoístas e interesados hasta el punto de dar pie al giro final de la historia, se hacen humanos, vulnerables, realistas y perfectamente creíbles hasta el punto de poder identificarse con ellos en cierta medida. Tras el humor costumbrista y la sonrisa cotidiana al ver la situación en que se encuentran y cómo intentan solucionarlo, se esconde también una realidad dramática y propia de esta sociedad: la soledad que envuelve a nuestros mayores, abandonados a menudo en una residencia por su propia familia, pero también el aislamiento propio de cualquier individuo en una época como la actual, en la que si no sabes cómo desenvolverte o sin alguien del que egoístamente dependes, puedes verte perdido, más aún si no cuidas a la gente que tienes cerca y de la que más lejos puedes encontrarte emocionalmente.
Al final, la tragicómica necesidad de compañía y el sentimiento de no estar solos puede ser más que razón suficiente para entender la lección que parece aprender el personaje del padre, un como siempre entrañable y humano Ramón Barea, capaz de sacar con pocos gestos vicios y defectos de una persona que podría ser tu vecino, y es que los tres intérpretes, Barea, Bilbao y Alejandro Tejería, demuestran bastante complicidad y química en pantalla. Brilla especialmente Mariví, cuyo personaje podrías creer que es continuación del de Marisa cuando terminó Aquí no hay quien viva, con un desparpajo y una alegría que se echa de menos.
Una vez más, esta es la prueba de que en poco más de un cuarto de hora se pueden contar grandes y sencillas historias, y no hay mejor director para mostrar contradicciones cotidianas y la gracia del día a día que Borja Cobeaga. Éramos pocos, además de la nominación al Oscar, recibió en su momento gran cantidad de premios entre los que destaca también una Mención Especial en el prestigioso Festival de Berlín, lo que prueba que, aunque irónicamente y con cierta molestia, nunca podemos ser pocos si estamos bien acompañados.
Por José Javier Martínez
Visiona el cortometraje «Éramos pocos»
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