Medio siglo nos contempla ya desde que, por primera vez en la Historia de la Humanidad, abandonamos nuestro cálido planeta azul para no solo acercarnos a nuestro más próximo vecino, sino incluso llamar a su puerta. El 20 de julio de 1969, a las 15:17 hora de Houston, el estadounidense Neil Armstrong ponía un pie en la Luna y, consideraciones geopolíticas aparte, el mundo ya no volvió a ser el mismo.

Poco antes, un cineasta visionario, introvertido y único ya nos había anticipado cómo serían en un futuro próximo esos viajes regulares al rocoso satélite. Y, de ahí, a la órbita de Júpiter y a una odisea espacial y cinematográfica nunca antes vista en la gran pantalla, que aún hoy causa rechazo y admiración a partes iguales. Tampoco el cine sería igual tras el estreno de la magistral ‘2001’ en 1968.

Más allá de la astronáutica, ambos hitos comparten multitud leyendas urbanas difícilmente verosímiles, pero que aumentan una peculiar mitología que, lejos de olvidarse, sigue creciendo con el transcurso de las décadas, y cuyo vínculo se estrecha con esa creencia popular (y populista) que afirma y reafirma que la hazaña de la NASA solo fue un montaje para ganar a los soviéticos en su particular carrera espacial… y que tras la cámara estuvo el director de ‘Senderos de gloria’.

Bajo el sello del canal de televisión TCM y de la propia familia Kubrick, Pedro González Bermúdez  se aleja de todas las interpretaciones, teorías, estudios y conjeturas de terceros y, por primera vez, da voz al propio cineasta en primera persona a través de la recuperación de una entrevista que concedió al periodista Eric Norden, poco después del estreno de su ópera espacial; una de las escasísimas veces en las que el autor de ‘Barry Lyndon’ y ‘Lolita’ se abrió, sin tapujo ninguno, para hablar no solo de su obra y su cine, sino de la propia existencia en sí.

Con las voces de Keir Dullea, el recordadísimo Dave Bowman de ‘2001’, y Peter Prukl, a través de una laboriosa tarea de documentación, y mediante un muy hábil trabajo de montaje -donde se recrea mediante animación aquel posible encuentro, entremezclándolo con imágenes de archivo, videoarte, ilustración conceptual, etc-, se invita al espectador a un recorrido humanista y existencialista, filosófico y moral, donde el arte cinematográfico y el lanzamiento de la mencionada película espacial de Kubrick quedan como meros macguiffin para, una vez más, replantearnos las tres eternas cuestiones que, como especie, no dejaremos de plantearnos por los siglos de los siglos, aquí en La Tierra o más allá de las estrellas: ¿quiénes somos? ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Y, sobre todo, ¿qué sentido tiene mi existencia en el vasto infinito del universo?

‘2001 destellos en la oscuridad’ es una pieza que supera su precondición de mera obra de cinefilia, que es lo que a priori cabría esperar, para rebelarse como uno de los cortometrajes documentales más apasionantes de los últimos tiempos. Lástima que, como con la propia cinta de Kubrick, su disfrute solo sea posible a cambio de cierto nivel de atención y concentración del espectador, algo de lo que, sobre todo en los tiempos actuales, suele adolecer el respetable.