“La Guarida” (“The Den”) nos cuenta la historia de Mario, que conduciendo de noche, bajo la lluvia, por una carretera solitaria, se encuentra con una joven mujer desorientada y manchada de sangre. No recuerda lo que le ha pasado, ni cómo ha llegado hasta allí. Mario decide conseguir ayuda y parar en el primer sitio que encuentren: el bar La Guarida. Allí les acogerán y les socorrerán de buen grado hasta que la verdad empiece a salir a la luz. Puede que para entonces el bar ya no parezca un lugar tan seguro…

Iago De Soto y Joan Abelló Sanz firman esta historia sacada de las entrañas más profundas de la España de 1974: cañí, pueblerina, analfabeta, cacique y “justiciera”; o mejor dicho, ajusticiadora. Mario, el protagonista, es una persona racional y “civilizada” que contrasta con la gente visceral del pueblo que se dejará llevar por el calentón, la rabiay la venganza. Con una tensión in crescendo nos dibujan y desdibujan los límites del bien y del mal en esta pesadilla costumbrista.

Sin duda, “La Guarida” hace pensar, hace participe al espectador de la tensión dramática de esa situación y casi te obliga a tomar incluso una decisión. En boca del autor <“La Guarida” trata sobre la impotencia que despierta (y se siente) el ser testimonio de la injusticia y no poder hacer nada. Se podría decir que “La Guarida” es una historia de cobardes. Una historia no de blancos y negros, sino de grises. Y me motiva mucho el poder crear empatía hacia estos personajes y que el público se plantee qué haría en esa situación>>.

Más allá de un salón de bar sombrío, la historia se puede interpretar como una reflexión sobre la época en la que transcurre: la fase final de la dictadura franquista. Un tiempo decadente, extremadamente gris y sórdido, pero en el que se intuía un cambio inminente. Venía el progreso y las viejas costumbres habían de ser revisadas. El mismo bar podría ser interpretado como una metáfora de la España del tardofranquismo.

El cortometraje ya no sólo tiene una dirección de diez; sino un reparto sublime, desde Daniel Ortiz y María Hervás (últimamente habitual del teatro, la hemos podido ver este año en “Jauría” e “Iphigenia en Vallecas”) a Felipe García Vélez, Mona Martínez o Pablo Vázquez; o una dirección de producción a cargo de Laura Mato sobresaliente. Por otro lado, todos los demás elementos (la banda sonora -Pau Loewe-, vestuario -Lucía Conty- o arte -Aitor y Francisco Almuedo Esteban-) confluyen para dar un realismo y verosimilitud fascinantes.

Estéticamente hablando, se ha plasmado la historia con un estilo más cinematográfico que “Furtivos” y “El 7o Día”, realista pero con influencias del western y el thriller. Al ser una historia de personajes, a la hora de rodar, quien mandaba eran los actores, la cámara siempre los seguía, nunca al revés. Todo para conseguir el realismo buscado, un realismo que la fotografía de Miguel Leal ha potenciado y llevado hacia el género con una atmósfera densa y muy trabajada usando ópticas muy cinematográficas (Mitchell Superspeed Baltar. Muy usadas en los años 70) y rodado en 2,35:1 (con la cámara Arri Alexa Mini).

Entre las referencias de este cortometraje encontramos “Perros de Paja” (“Straw Dogs” Sam Peckinpah. 1971) y “12 hombres sin piedad” (“12 Angry Men” Sidney Lumet. 1957), un drama bastante intenso y claustrofóbico con toques de thriller que sucede en el interior de un bar aislado en plena transición española. Como en “Perros de Paja”, se pretende mostrar la dicotomía y la distancia que existe entre la cultura rural-conservadora y el progresismo urbano-civilizado.

Aunque La Guarida” aún es joven, ha tenido ya una larga trayectoria en festivales del 2018 y 2019, destacado hace poco su victoria como mejor cortometraje nacional en el “III Skyline Film Fest” de Benidorm.