Cuando los grandes intereses económicos se anteponen a las leyes de la naturaleza suele ocurrir que se desemboca en un desastre ecológico. Esto es lo que nos muestra, con un ejemplo palmario, este interesante documental. Nada menos que el proceso de desecación de uno de los lagos más grandes del mundo, el mar de Aral, situado en la zona de Asia central, en lo que fuera territorio de la extinta Unión Soviética. Uno de los mayores desastres ecológicos provocados por la mano del hombre.
Este cortometraje cuenta cómo la catástrofe se gesta ya desde el curso alto de los ríos que abastecen a este gigantesco lago, el Amu Daria y el Sir Daria, con la destrucción, en el caso de este último, de los glaciares que son su aporte hídrico fundamental, a consecuencia de que en la zona se encuentra uno de los mayores yacimientos de oro del mundo. El cataclismo se completa a lo largo de sus cursos medio y bajo desde la década de los 60 del siglo pasado, cuando el gobierno soviético decidió desviar cantidades masivas de agua de estos ríos para regar los campos de algodón y otros cultivos de Uzbekistán y de otros territorios centroasiáticos. Catástrofe completada.
Para corroborar e ilustrar estos hechos, el documental incorpora las entrevistas a un climatólogo, a un responsable de la explotación aurífera, a un director de departamento de geografía económica y de algunos pescadores que han sufrido directamente sobre sus humildes economías y sus condiciones de vida los desatinos de las cabezas pensantes de una de, en su momento, las mayores potencias mundiales. Es un acierto que en la cinta se muestre el contraste entre los grandes intereses económicos que no dudan en arruinar los ecosistemas y la vida de las personas con tal de obtener beneficios, y la economía de subsistencia de unos pescadores, que, ironías del destino, ven prohibida su actividad y tienen que desarrollarla, en algunos casos, de forma clandestina, mientras las grandes empresas depredan a sus anchas y arruinan todo el ecosistema. Las figuras diminutas de los pescadores, que se pierden, insignificantes, en el horizonte, en unos planos panorámicos espectaculares de paisajes helados y yermos, expresan de forma brillante la más que probable y paulatina desaparición de su forma de vida. De igual manera, la introducción de la voz en off de un noticiario de archivo narrando la riqueza del lago sobre las imágenes actuales del mismo, convertido en un inmenso erial, en una planicie muerta, potencia el contraste pasado –presente y la gravedad de las decisiones tomadas. La imagen casi surrealista de un barco varado en medio de un desierto, representa la metáfora más conseguida de la insensatez y la estupidez humana.
La documentación sobre la hecatombe se completa también con imágenes de archivo, donde se comprueba la otrora pujante actividad comercial y pesquera de uno de los puertos del lago, e imágenes de satélite donde se patentiza y calibra la magnitud del disparate, que llega hasta el absurdo cuando, a causa de la desaparición de la URSS, las nuevas nacionalidades surgidas se enfrentan entre ellas por el control y disfrute de los recursos hídricos anteriormente compartidos, estableciendo el precedente, según algunos expertos, de la nueva guerra del futuro, la guerra del agua.
Por Juan Carlos Rojas.